viernes, 10 de agosto de 2012

Y QUE PEZ CON LAS ELECCIONES? EPN PRESIDENTE Y YA?



Para ninguna persona en México medianamente informada es una novedad el deplorable y hasta repulsivo nivel en que ha caído la lucha por la Presidencia de la República. En cada elección, partidos políticos y candidatos, por igual, caen cada vez más bajo en el discurso y en sus acciones para obtener el poder. La sumisión de las autoridades electorales las vuelve vergonzosamente más vomitivas. La intervención de otros actores (IP, sindicatos, Iglesia y otros) rebasa el descaro y el cinismo. Y la sociedad (o una buena parte) es peligrosamente más apática.
         Ha pasado apenas un mes y medio de los comicios federales del 1 de julio pasado y la crispación social, en lugar de disminuir, amenaza con incrementarse en cuanto el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) emita su fallo sobre la elección presidencial (que será a favor de Peña Nieto). Basta checar el ritmo cotidiano en las redes sociales para no ser del todo optimista al respecto.
         Un grueso sector de los (se supone) jóvenes en edad para votar desfogan sus simpatías y antipatías unos contra otros. Por un lado, los electores de Enrique Peña Nieto, y por el otro los de Andrés Manuel López Obrador.
         Aquéllos, repitiendo el discurso al estilo Calderón acerca del resultado hasta ahora público, exigiendo que se acepte “haiga sido como haiga sido”. Y los pejistas insistiendo no sólo en que se limpie el cochinero que resultó ser la jornada electoral, sino que se anulen las elecciones, debido a lo mismo: la insultante variedad de irregularidades en ellas cometidas, sobre todo, por el PRI.
         ¿Y el resto, los que votaron por la panista Josefina Vázquez Mota o por el títere de Gabriel Quadri, los que anularon su voto y los que decidieron no ir ni siquiera por curiosidad a las urnas?
         Tal parece que navegan en una aparente apatía y no les importa lo que suceda o, indiferentes por costumbre, prefieren coincidir con los priistas y aceptar que el país avance entre la cultura de la corrupción, la simulación y la descarada y sistemática violación a la ley.
         A todos habrá que recomendarles que lean (aunque esto sea, de antemano, una empresa imposible en el caso de Peña Nieto, y un esfuerzo poco menos que similar con muchos feisbuqueros y tuiteros que en vez de leer un libro al mes dedican horas al día enviando mensajitos fútiles por medio de sus cuentas) El arte de la guerra, del guerrero filósofo chino Sun Tzu, quien hace dos mil 500 años dijo, entre otras cosas, que “nunca se ha visto jamás que una guerra prolongada haya beneficiado a algún Estado”.
         La guerra, detalla en ese histórico libro, es como el fuego: “aquellos que no deponen las armas, éstas los consumen. Por lo tanto, aquellos que no son capaces de ver el peligro que implica el utilizar las tropas, serán igualmente incapaces de utilizarlas para su provecho. Los que son expertos en el arte de la guerra no necesitan de una segunda leva, ni volver a buscar suministros otra vez”.
         De acuerdo con esto, ampliamos la duda: ¿Qué ofende más a México? (y esto no es más que una mínima lista de todo lo que pudiera decirse aquí):
         ¿Que el PRI y Peña hayan comprado la Presidencia?
         ¿Que el consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita, lo haya dado como ganador cuando apenas se empezaban a contar los votos y anticipando casi sin margen de más/menos el resultado que conocimos cuando hubiérense contado todos los votos?
         ¿Que Felipe Calderón habría hecho lo propio en un discurso pregrabado y transmitido en cadena nacional inmediatamente después de que Valdés Zurita habló?
         ¿Que el IFE deseche una tras otra las impugnaciones y exigencias que AMLO y el Movimiento Progresista legalmente le han planteado?
         ¿Que el magistrado presidente del TEPJF, Alejandro Luna Ramos, haya prácticamente adelantado el fallo sobre la elección presidencial, cuando ni siquiera había recibido de parte del IFE la valoración de los comicios, al advertir que “nadie ganará en la mesa lo que no obtuvo en las urnas”?
         ¿Que Monex haya ayudado al PRI a “lavar” millones de pesos y triangularlos a la campaña de Peña Nieto?
         ¿Que Soriana aceptara intercambiar miles y miles de tarjetas prepago para cooptar el voto a favor del candidato priista?
         ¿Que Calderón se muerda la lengua presumiendo en público que (aparentemente) le molestó la eventual utilización de dinero sucio por parte del PRI y sólo una vez haya pedido públicamente que las autoridades electorales investiguen el caso?
         ¿Que el PAN y el Panal se hagan de la vista gorda y, en el caso de los panistas, sólo se deje el caso del rebase de los gastos de campaña por parte del PRI en insulsas declaraciones ante la prensa y una absurda denuncia ante la PGR?
         ¿Que las empresas encuestadoras y medios de información afines al PRI se hayan volcado a favor de Peña Nieto poniéndolo como el candidato invencible, creando en el electorado, con una titánica campaña de virtudes inconcebibles del mexiquense, la idea de que él tenía ganada la batalla desde mucho antes del 1 de julio?
         ¿Que el IFE se haya hecho de la vista gorda ante la sistemática violación a la ley, a pesar de que los monitoreos periódicos de la UNAM dejaban muy clara la inequidad informativa, pues en televisión, radio y medios impresos el priista siempre estaba, al menos, tres puntos arriba que su principal contendiente, AMLO?
         ¿Que el IFE sólo aceptara el recuento de una parte de los votos, no obstante que en todos los casos descubrieron anomalías, lo cual, por lógica, indicaba que en los distritos no considerados en el recuento pudiera haber habido fallas, inclusive, graves?
         ¿Que priistas y medios informativos aplaudidores de Peña pretendan, con autoritaria persistencia, que el movimiento estudiantil #YoSoy132 fue un engendro de AMLO y es manipulado por el Movimiento Progresista, por el solo hecho de que se oponen a la imposición ilegal de Peña en la Presidencia?
         ¿Que algunos integrantes de este aguerrido grupo de chavos, un día sí y otro también, manifieste su descontento pacíficamente adentro de las tiendas Soriana?
         ¿Que los propietarios de Soriana no los bajen de violentos y, de la mano del PRI y los grandes corporativos empresariales, los amenacen con denunciarlos de sabotaje (un delito grave), por los casos de incendio en algunas tiendas (aparte de las manifestaciones en ellas), sin tener las pruebas suficientes para asegurar que fueron integrantes del movimiento estudiantil?
         ¿Que el #YoSoy132 organice marcha tras marcha e insista en que su objetivo es impedir que Peña tome posesión?
         ¿Que gobiernos extranjeros ya le llamen a Peña Presidente electo, sin serlo?
         ¿Que AMLO, el Movimiento Progresista y millones de electores (muchos más que los que les dieron su voto) no quieran vivir en la cultura de la simulación y la corrupción e insistan en que el IFE y el TEPJF hagan su trabajo apegados a derecho y conforme a la ley, y no se doblen, como siempre, ante intereses de grupo o partidistas?
         ¿Que a un gran porcentaje de la población no le importe que el ganador acceda al poder gracias a la trampa y la descarada violación a la ley?
         ¿Que se desperdicien millones y millones de pesos en spotspublicitarios podridos por la vulgaridad y la adjetivación visceral?
         ¿Que cada año se sumen más de 500 mil ninis (jóvenes que no estudian ni trabajan) porque no alcanzan cupo en ninguna institución de educación superior y, eventualmente, muchos de ellos terminen su vida descabezados o desmembrados, víctimas de la industria del narcotráfico?
         ¿Que cientos de estos chavos se manifiesten en las calles de algunas ciudades del país exigiendo un lugar en la escuela y las autoridades federales sólo les den atole con el dedo ofreciéndoles una especie de lamparitas de petróleo (“becas” y supuestas oportunidades en escuelas técnicas) para alumbrar su oscuro e incierto futuro?
         ¿Que el desempleo crezca y crezca, como dice la canción, “como la hiedra en el agua”, y Calderón diga cínicamente que no es cierto, aunque el INEGI lo desmienta siempre?
         ¿Que a cada informe del INEGI la cifra de pobres suba como la espuma y no sean 52 millones de mexicanos en esa situación, sino muchos más?
         ¿Que el número de ricos en el país sea cada vez menos y éstos sean cada año más ricos?
         ¿Que se presuman “éxitos” en la estúpida guerra contra el narco y de pronto nos despertemos con que más y más policías y militares están involucrados con los delincuentes?
         ¿Que de tantos muertos que suman ya (como van las cosas, el sexenio acabará con cien mil cruces encima), lo veamos como algo normal?

         ¿Que los productos de la canasta básica suben porcentualmente mucho más allá del valor adquisitivo de nuestra moneda?
         ¿Que a quienes protestan por todo esto se les llame revoltosos, radicales, “hugochavistas”, locos, frustrados, peleoneros, desquiciados y quién sabe qué otras linduras más?
         ¿Que cualquiera de estas interrogantes nos hagan acostumbrarnos a pensar en que tenemos a los gobernantes que nos merecemos?
         ¿Que nos hagamos a la idea de que nos espera otro sexenio igual o peor que, al menos, los cuatro anteriores, considerados los peores de la historia moderna nacional?
         Súmele el lector sus propias preguntas.
         Pero el mayor insulto, sin duda, es la escandalosa y grotesca manipulación de la involuntaria (¿acaso debo decir voluntaria?) incultura política en la mayoría de los mexicanos, una de las principales razones de que la clase gobernante haga de las suyas como lo está haciendo ahora y ello abone a que México sea cada vez más el país del “no pasa nada”.

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