lunes, 30 de julio de 2012

LAS PILAS DEL TRAJE DE LUCES


La papeleta anunciaba al torero de moda de la época que recién regresaba de una temporada triunfal en España en donde había toreado 58 corridas,  triunfando 10 de ellas en la plaza de las ventas,, Madrid,  catedral mundial del toreo, lugar en donde había cortado 9 orejas, algo que solo  los  diestros mexicanos  Gaona y Arruza habían logrado. Su nombre de pila: Francisco Rivera Agüero, mejor conocido como “currito” rivera, hijo del también matador de toros, Fermín rivera.

La expectación en la plaza México era grande y el lleno total.mas de 50 mil espectadores esperaban ansiosos escuchar las primeras notas del paso doble “cielo andaluz”, indicador de que los matadores inician el paseíllo para enfrentarse al toro y al público villamelon , que muchas veces pega mas cornadas que los bureles. El enorme embudo construido por el empresario yucateco de origen libanes, Neguib Simón,( colosal obra construido de hormigón armado y cuyo redondel se encuentra  20 metros por debajo de las calles adyacentes )estaba hasta el tope y corría el año de 1971, es decir, en la plaza habían más personas que los habitantes de la isla del Carmen y es ahí donde se enlaza la efeméride con la anécdota.

De la mano de sus padres, el primo de un amigo, con escasos 5 años, al salir del túnel que conduce a la barrera de sombra, se asombra ante la multitud y su pequeña mano se aferra con más fuerza a la de sus progenitores. El ambiente  ni el lugar le eran desconocidos, pero la aglomeración del ingreso  a la monumental y los gritos de la muchedumbre le imprimieron cierta aceleración a su corazón y las respectivas mariposas revoloteando el estomago.
Ubicados en sus respectivos asientos y con la indispensable almohadilla colocada en su respectivo lugar, el padre del primo de mi amigo, quien era el que más disfrutaba del momento  buscaba entre del  gentío,  rostros de personajes de la vida política o de los espectáculos.” Mira, señalaba, ahí está Pedro Vargas... Por allá se encuentra  Silvia Pinal, que mujeron es todavía”, agrego haciendo un gesto de travesura.

Pues bien, suenan los clarines y timbales, el reloj señalaba las 4 de la tarde en punto, los matadores inician el paseíllo y se escucha un ole ensordecedor. Todas las miradas estaban fijas en nuestro torero que regresaba de España como todo un triunfador, sus alternantes, esos ni quien se acordara. Termina el paseíllo, cambian la seda por el percal, sus mozos  colocan el capote de luces en la primera barrera de algún connotado personaje e inician a practicar el toreo de salón con el  capote.

 Tomando en consideración que según el recuerdo del primo de mi amigo, ellos estaban ubicados en la tercera o cuarta fila de la plaza más grande del mundo, “currito” rivera les quedaba a unos escasos metros, qué luciendo un elegantísimo y costoso terno de grana y oro, acaparó la mirada del respetable y también del niño en cuestión, quien, extrañado por la protuberancia que se le notaba a la altura de la ingle de la pierna izquierda, con la inocencia de la infancia voltea y le pregunta a su padre,” Maestro , que es ese bulto que tiene “currito” en su pierna”. Su progenitor mira a los ojos de su mujer y ambos sueltan una sonora carcajada interminable, misma que causo la extrañeza de quienes estaban sentados alrededor .una vez pasada la risa y con la expresión de bribonada, trata de engolar la voz y con solemnidad mal disimulada le responde subiendo el tono: “mi querido maestrito, el bulto que se le nota en la taleguilla, que por cierto es de seda y oro, es el paquete de pilas que le dan energía al traje de luces  del torero”. Dicho lo anterior, la risa se generalizo en todos quienes escucharon el breve interrogatorio y el primo de mi amigo, sin percatarse del porque la actitud, volteo su rostro hacia el redondel, metió su mano en la bolsa de fritangas con las que alimentaba sus anticuerpos, se acomodo la almohadilla y se dispuso a esperar que saliera el primer burel de la puerta de toriles de una fría  tarde de temperatura pero cálida de sentimientos expresados en arte taurino.
 Hoy, que el recuerdo llega cargado de nostalgia, el primo de mi amigo recuerda con una expresión de sonrisa en el rostro lo que pudo ser un bochornoso momento pero que la agudeza paterna convirtió en chusco comentario, ya convertido en anécdota y compartido con usted, amable lector.


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